1. Al anochecer del viernes, se supo que en 24 horas Brasil tuvo 1.270 nuevas víctimas fatales de la covid-19. Casi 53 a cada hora. Casi una por minuto. Con eso, se superó la marca de las 70 mil muertes causadas por el coronavirus, y la marca del millón 800 mil infectados. Vale recordar: oficialmente, el primer caso de una víctima de la covid-19 registrado en Brasil ocurrió el 26 de febrero. El 19 de junio, es decir, pasados 114 días, se llegó al primer millón de infectados.
Ahora, las proyecciones de investigadores, universidades y especialistas indican que entre martes y miércoles de esta semana llegaremos a dos millones de infectados y 80 mil muertos. En solamente 25 días se sumará otro millón de contaminados por el coronavirus, es decir, casi cinco veces más rápido.
Hay un detalle escalofriante en esos números: no son reales. Existen indicios, de acuerdo a los investigadores, de que en verdad serán esta semana doce millones de infectados y que cuando se llegue a la marca de 80 mil muertos las víctimas fatales serán por lo menos 130 mil.
Bolsonaro dio seguidas e intensas muestras públicas de desprecio absoluto por la ciencia, la lógica y la lucidez, instando a sus seguidores más fanáticos a ignorar la realidad. Provocó aglomeraciones, participó de manifestaciones antidemocráticas y dijo y reiteró que las mascarillas sanitarias son “cosas de maricones”. A tiempo: llama la atención la reiterada mención de Bolsonaro a la cuestión sexual. “Te adoro, pero de manera hétero”, insiste al demostrar afecto por otro hombre.
Además, la falta de una política nacional coordinada de combate al avance de la pandemia fue reemplazada por una política genocida impuesta a partir de la presidencia de la República, ejercida por un genocida desequilibrado, y está directamente relacionada a la tragedia que no hace más que crecer y crecer en Brasil. Desde hace casi dos meses un general del Ejército está al frente, como “interino”, del ministerio de Salud. Todos los puestos claves están repartidos entre uniformados. Los esfuerzos conjuntos tienen un solo objetivo: enmascarar la realidad.
Bolsonaro admitió el pasado martes que contrajo la covid-19. Y en seguida empezó a aparecer en las redes sociales tejiendo loas a la cloroquina, tan criticada por autoridades sanitarias, médicos, investigadores y la misma Organización Mundial de Salud como no solo inocua, sino peligrosa si se la transforma en arma de combate a la covid-19. No tiene ninguna eficacia científicamente comprobada y puede causar daños colaterales gravísimos, inclusive fatales.
Se empieza a dudar, en Brasil, que Bolsonaro haya efectivamente sido infectado. ¿Por qué? Por la propaganda desenfrenada que hace de la cloroquina, cuyos mayores productores o son cercanos del clan presidencial, o es el propio Ejército. Y además, Bolsonaro es Bolsonaro. Y como su ídolo Donald Trump elogió la cloroquina como algo mágico, sigue a su guía. Trump, es verdad, impuso una política que fue casi-casi tan genocida como la de Bolsonaro. Pero luego desistió de propagar las maravillas de la cloroquina. El sueño central del ultraderechista brasileño era emular a su ídolo. Pues está a punto de superarlo, en estupidez, desequilibrio y genocidio.
2. El viernes se confirmó el nombre del nuevo ministro de Educación. Se trata de Milton Ribeiro, un pastor evangélico que se dice “abierto al diálogo”. Bolsonaro dice que se trata de alguien determinado a seguir y defender “los valores de la familia cristiana”. Ribeiro, en un pasado reciente, que borró de las redes sociales, defendió que “los niños deben ser educados con dolor”, es decir, maltratados con violencia, y dijo que el ataque (y asesinato) de una joven de 17 años por un profesor de 33 debería ser entendido como resultado de “una pasión enloquecida”, ya que la muchacha había dado al asesino muestras de que también estaba enamorada, “reproduciendo lo que veía en televisión”.
Es el cuarto ministro de Educación nombrado por Bolsonaro, el desequilibrado.
El primero fue un colombiano ultraderechista que no se llevaba bien con el idioma hablado en Brasil. El segundo, un brasileño que asesinaba el mismo idioma. El tercero, un tipo que mentía en el currículo. Y ahora, esta bestia.
3. Mientras, se destroza el medioambiente, las quemas en la Amazonia se multiplican, naciones indígenas son diezmadas. Los más poderosos empresarios del agro-negocio se levantan contra el ultraderechista que ayudaron a llegar al poder: presionan por medidas urgentes contra la devastación desenfrenada, no solo permitida sino incentivada y, de repente, empiezan a defender lo que antes depreciaban. Es que fondos multimillonarios amenazan con sacar sus inversiones del país, países europeos amenazan con suspender importaciones del agro-negocio y Brasil se transforma en un paria global.
Fuente: Página12